Un viaje absurdamente alucinante por todas partes al mismo tiempo.

Seguramente ya habrán escuchado en repetidas ocasiones que esta película es el verdadero multiverso de la locura, y si bien esta aseveración está basada directamente en otra película, me permito confirmar que no dista en lo absoluto de la realidad.

 

Martin Scorsese hablaba de los parques de diversiones para definir al acaparador cine firmado por Marvel en los últimos años, principalmente para referirse a su carencia de riesgo emocional y revelaciones confrontativas. Pues bien, a la calle de enfrente en la que está ese parque de diversiones ha llegado una nueva atracción: una montaña rusa entretenidísima que nos hace subir y bajar frenéticamente por la risa y el pesar, el éxito y el fracaso, la añoranza y la motivación, el desconcierto y la identificación, el cariño y el desprecio, la familia y la individualidad, y muchas cosas más, entre un juego espectacular de luces y pirotecnia que nos hace bajar de ella mareados, pero con ganas de volvernos a subir.

‘‘Everything Everywhere All at Once’’ (‘‘Todo en todas partes al mismo tiempo’’, título en México), es la más reciente película de Dan Kwan y Daniel Scheinert, también conocidos como Los Daniels, cuya experiencia en la dirección de videos musicales es notoria en su forma de pensar el montaje como una pieza primordial de la narrativa para mantener completamente sumergido al espectador en la pantalla.

 

En esta ocasión nos presentan a Evelyn (espectacular Michelle Yeoh) como una mujer inconforme pero resignada con su vida monótona, su familia como un tremendo peso cultural, y cuyo mayor entusiasmo es la celebración que está organizando en su condenada lavandería familiar. Una mujer que lidia con las situaciones cotidianas a las que todos nos tenemos que enfrentar día a día y que en ocasiones nos llevan a despertar con hartazgo incluido.

 

Su vida se ve intempestivamente alterada cuando, tras tener que presentar su maldita declaración de impuestos, se le presentan decenas de oportunidades para escapar a sus vidas alternas como salida a la sofocante rutina que la agobia, eso sí, enfrentándose también con sus no tan gratas consecuencias y responsabilidades.

Esta película de ciencia ficción, combinada con acción y drama, está cimentada en una historia que se maneja con una absoluta honestidad por lo que logra sobresalir de toda la parafernalia que la viste. Nos refrenda la idea que a todos, como seres humanos que somos, nos asalta varias veces durante nuestras vidas: ‘‘¿Y si hubiera…?’’, ‘‘¿Qué hubiera pasado si…?’’; ‘‘¿Qué sería de mi si…?’’; esa fantasía del yo alterno a la que solemos recurrir para refugiarnos de las consecuencias de nuestras decisiones. Mundanas consecuencias que nos hacen percibirnos como el centro del Universo cuando no somos algo más que momentos efímeros.

 

Un trabajo actoral espectacular lidereado poderosamente y casi a una sola mano por la ya mencionada Michelle Yeoh que, sin estrellismos innecesarios, tiene el tino de tomar a cada uno de sus personajes con la seriedad merecida por más extravagantes que resulten todas sus versiones. Cada uno de los actores creyó en la veracidad de cada uno de los universos de sus personajes incluso cuando se interconectaban en cuestión de segundos logrando el plausible desconcierto del público que, lejos de perder el hilo, alimenta el interés por saber qué es lo que está pasando. Yeoh está maravillosamente complementada por Ke Huy Quan, Stephanie Hsu, James Hong y la siempre grandiosa Jamie Lee Curtis.

Es esa honestidad esencial de la historia y la seriedad con la que toman y manejan los actores a sus personajes, lo que rescata a esta película de caer en lo ridículo o en lo burdo para llevarla por el camino del más genuino entretenimiento, siendo la verdad que irradia y lo cercana que se siente a la realidad más intrínseca del ser humano, su más grande cualidad. ¿Absurda? Sí, mucho. Como la vida misma. Como todo aquello inexplicable que experimentamos en nuestras realidades.

 

En el viaje del guion a la pantalla, resultaría difícil imaginar siquiera a los Daniels vaciando estas ideas en papel. Es complicado imaginar a los productores leyendo los primeros tratamientos del guion. Es complejo imaginar a los directores tratando de llevar a cuadro sus propias ideas. Es divertidísimo pensar en el montajista al momento de darle forma a toda esta vorágine implacable de estímulos audiovisuales que se incrustan en lo más profundo de la mente, las emociones y los sentidos del espectador.

 

Esta belleza de película es un espejo personal que nos muestra varios reflejos con los que todos nos vamos a sentir profundamente identificados en cualquier parte, en cualquier momento. Ya está en cines y el boca en boca ha sido su mejor publicidad.

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