Matthew Perry, el amigo que se fue.

El 22 de septiembre de 1994 se estrenaría en Estados Unidos a través de la NBC una serie, una comedia de situaciones, también llamada sitcom, que cambiaría el rumbo de la televisión y la comedia para siempre, pero que también se convertiría en el refugio de muchas personas alrededor del mundo de su tiempo en adelante. 

 

Esa serie pasaría por nombres como Insomnia Café, Six of One o Friends Like Us hasta por fin encontrar el sencillo y práctico título que la convertiría en un hito: Friends. La serie buscaba contar la vida de seis amigos neoyorkinos que sobrevivían al día a día durante ese bello y tortuoso pasaje que son los 20s rumbo a los 30s, lleno de disyuntivas laborales, amoríos fracasados, pero principalmente el mantenimiento de la amistad.

 

La tal Friends necesitaría de ciertos arquetipos para enmarcar a sus seis personajes principales: la niña consentida, la rígida obsesiva-compulsiva, la hippie alternativa, el guapo seductor, el inteligente exitoso, y ese al que no le queda de otra más que ser gracioso desde el cinismo por no ser precisamente nada de lo que los otros son. 

El bromista que se reiría de sus propias desgracias como mecanismo de defensa y para solventar momentos incómodos sería ese de nombre Chandler Muriel Bing -quitemos el Muriel-, Chandler Bing, quien a futuro se convertiría en, quizás, el personaje más querido de los seis por el público. Chandler necesitaba de un actor tan carismático como tierno y hábil mentalmente para poder cumplir con todas las necesidades y requerimientos que le exigía el personaje con el fin de cobrar vida exitosamente, y encontró a su traje perfecto en un chico estadounidense-canadiense de sonrisa tierna llamado Matthew Perry.

 

Matthew se uniría a Jennifer Aniston, Courteney Cox, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc y David Schwimmer en un engranaje extraordinariamente bien casteado y que llevaría a la serie a los cuernos de la luna más allá de sus diez temporadas en sus diez años de duración.

Chandler rápidamente se convertiría en uno de los preferidos por el público gracias a lo fácil que era identificarse con él, siendo el renegado de un grupo que, en apariencia, está repleto de virtudes. Era fácil sentirlo cercano para aquellos que en algún momento hemos sentido que no embonamos. Chandler resolvía su existencia incómoda por medio de los chistes agrios, el humor negro, la ironía y comentarios sarcásticos que te pueden hacer sentir mal -ni tanto- por reírte. El Chan-Chan era ese personaje al que, a pesar de sus pocos años, ya todo le había pasado en la vida: el típico divorcia parental en circunstancias que eran todo menos típicas, acostumbrarse a recibir rechazos por parte de las chicas, un trabajo godín que no era precisamente satisfactorio, bandas de rock poco exitosas con peinados y vestuarios todavía más desafortunados, y demás situaciones que a uno como audiencia nos invitaban a reír porque a nosotros, por peor que la estuviéramos pasando, no nos estaba yendo tan mal como a él. Fue gracias al carisma de Matthew que Chandler ayudó a redefinir el concepto de lo que las mujeres consideramos ‘‘atractivo’’ y el cual es bastante simple: un hombre que nos haga reír, y eso era Chandler, eso era Matthew. 

 

¿Qué tan buen actor tendría que haber sido Matthew Perry que era capaz de hacernos reír a carcajadas y de cautivarnos con su luminosa ternura mientras él vivía hundido en una nube negra en la que peleaba contra sus propios demonios?

 

Fue a raíz de un accidente mientras esquiaba en 1997 que el demonio de las adicciones comenzó a perseguir a Matthew por medio de los analgésicos que progresaron hasta convertirse en alcoholismo. Las adicciones pronto cobraron factura en su vida social y forma física, llevándolo a tratamientos desafortunados de rehabilitación y una drástica ganancia-perdida de peso durante las temporadas seis y siete de Friends. Su amiga, Jennifer Aniston, con quien compartía el crédito de ser los más jóvenes del elenco y uno que otro cheesecake comido directamente del piso en la pantalla, fuera de ella se ofreció a servirle como una suerte de entrenadora física o ‘‘madrina’’ para establecer rutinas de ejercicio y practicarlas con él para ayudarlo en su rehabilitación. Esa era la camaradería que se respiraba entre el elenco. Sirvió, sin embargo, los estragos de las adicciones afectarían su salud hasta el último respiro que dio y ese fantasma estaría constantemente rondándolo.

 

Después de su rehabilitación, en 2013 fundó Perry House, una casa de retiro para ayudar a personas con adicciones a mantenerse sobrias y la cual dirigió hasta el 2015. Matthew procuró ayudar a otras personas sumergidas en cualquier tipo de adicción, principalmente el alcohol, y esa es la obra por la cual él deseaba ser recordado.

Los posteos, publicaciones y homenajes vistos a lo largo y ancho del mundo virtual y las redes sociales, dejan en claro el amor que sus colegas, amigos y allegados sentían por Perry, amor que puede no ser suficiente para derrumbar ese castillo de soledad del que era prisionero y que es el caso de tantas otra personas en el día a día. Un castillo que sólo deja ver una luz engañosa en supuestos escaparates que terminan por volver dependientes a sus prisioneros hasta asfixiarlos dentro de sus propias paredes. 

 

El pasado sábado 28 de octubre, con tan solo 54 años de edad, Matthew Perry pasó a convertirse en leyenda. Chandler Bing se convirtió en el primer amigo en visitar el nuevo Central Perk atendido por el Gunther de James Michael Tyler acompañado por un pato y un pollo en cualquiera que sea la dimensión en la que tenga su dirección. Su nombre ahora resuena a perpetuidad en la historia de la comedia internacional como parte de un legado compartido con otros cinco individuos que se unen en un abrazo solidario con miles de otros corazones rotos y almas tristes alrededor del mundo y que seguramente nos representarán presencialmente en sus funerales.

 

Friends fue una serie de confort para muchos, pero para otros nos significó un refugio, y el anfitrión de ese lugar seguro era Matthew Perry como Chandler Muriel Bing -dije que sin el Muriel-, Chandler Bing. Entre sarcasmos e ironías mostraba a un personaje doliente e inseguro que encontraba en el humor un escaparate para ver la vida menos oscura, enseñándonos a muchos de nosotros a hacer lo mismo y a defendernos de ella a través del reír. 

 

Ahora Matthew Perry descansa de sus propias tormentas, ha encontrado el refugio que él nos ofreció durante muchos años, se ha ido de un mundo asfixiante y problemático, pero se ha quedado en los corazones de todos aquellos para los que su sonrisa nos significó un remanso de paz para toda la eternidad. 

 

Gracias por todo, gracias por tanto, Matthew Perry. 

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