20FICM ‘‘Pinocho’’ de Guillermo del Toro: una proeza cinematográfica para dejar ir a los que amamos.

Tras la muerte de su hijo Carlo en la Italia fascista de Benito Mussolini, el viejo Geppetto (David Bradley) se deja ahogar en la desolación del alcohol recordando a su más brillante sol, el cual le fue arrebatado con un misil que previamente había atacado en ‘‘El Espinazo del Diablo’’ allá en el 2001. En un arranque de ira provocado por el alcohol y atestiguado por el carismático Sebastian J. Cricket (Ewan McGregor), extraordinario narrador de este cuento, el carpintero elabora un muñeco con la obnubilada esperanza de traer a su pequeño hijo de vuelta a la vida, sin imaginar que su deseo se volvería una enternecedora realidad gracias al enorme corazón que Guillermo del Toro le prestaría a esa marioneta de madera llamada ‘‘Pinocho’’.

Esta es la primera película de Del Toro en stop-motion la cual realizó con un propósito muy particular: demostrar que la animación también es una forma de hacer cine y que merece tener todo el respeto por parte del público que, en muchas ocasiones, lo ha encasillado como un género menor al considerarlo ‘‘infantil’’. Para ello, contó con talento mexicano especializado en animación proveniente de ‘‘El Taller de Chucho’’, estudio creado para el desfogue y propulsión de jóvenes creadores en la industria del cine en México.

 

En esta nueva adaptación de la obra del italiano Carlo Collodi, el director mexicano echa mano una vez más de sus temas recurrentes, los cuales se comentan a continuación, para contar la historia no solo de una marioneta de madera queriendo convertirse en un niño de verdad, sino también la de un hombre doliente con sus respectivos procesos emocionales, pero principalmente, y porque es mexicano según sus propias palabras, también para profundizar sin reparo alguno en la virtud que resulta ser la muerte.

 

La muerte.

 

Si hay una constante en la mente brillante del tapatío, es el tratamiento de la muerte y su concepción como una liberación hacia la verdadera felicidad, un desprendimiento de un mundo triste y lúgubre, regularmente bélico, para dirigirnos hacia nuestro propio reino en el que no existe la mentira ni el dolor. Lo hemos visto con Ofelia en ‘‘El Laberinto del Fauno’’ (2006), Elisa en ‘‘The Shape of Water’’ (2017), e inclusive con los mismos Jesús Gris en ‘‘Cronos’’ (1993) o Sir Thomas Sharpe de ‘‘Crimson Peak’’ (2015).

‘‘El otro día estaba platicando con Alfonso (Cuarón) y me dijo: ‘‘En tus películas todo se pone mejor cuando te mueres, es un concepto muy católico, cabrón’’ Y tiene razón…’’, comenta Guillermo en una entrevista con Leonardo García Tsao.

 

Desde la visión de Guillermo, cuando se acepta a la muerte como un hecho real e inevitable es que el personaje principal de cualquier historia, sea en la pantalla o fuera de ella, tiene un punto de partida hacia la plenitud, siendo ahí cuando verdaderamente alcanzamos la trascendencia en los corazones que hayamos tocado y de los que seremos inquilinos como si fuéramos grillitos. Del Toro inclusive lo retrata de una forma lúdica, en la que uno de los personajes disfruta cada vez que muere pues llega a un lugar lindo y divertido.

 

La muerte es necesaria para la valoración de la vida tanto como siempre es necesario el final para una historia. De hecho, es así como la conciencia de Pinocho remata este cuento: ‘‘Es la muerte lo que hace que la vida valga la pena. Lo que tiene que ser, va a ser’’.

 

Aceptación … de la muerte y de quienes somos.

 

En ‘‘Pinocho’’, Del Toro nos habla sobre el dejar ir a los que se tienen que ir, ya sea porque tienen que crecer en otro lugar o porque su tiempo en este mundo mortal ha terminado, pero también de aceptarlos como son mientras estén con nosotros y no buscar adaptarlos a lo que nosotros queremos que sean. No somos los carpinteros de los demás.

Esto está plasmado principalmente en las relaciones de padres con hijos, tanto la de Geppetto con Pinocho (Gregory Mann), como la de Podesta (Ron Perlman), uno de los villanos de la historia y quien es el vivo reflejo del Coronel Richard Strickland pero sin los dedos podridos, con su pequeño hijo Candlewick (Finn Wolfhard) al que considera un debilucho indigno de Mussolini, pero quien le restriega su verdadera valentía en la cara con todo y pintura.

 

La rebelión de los débiles

 

Candlewick se armó de valor para demostrarle a su padre su convicción por la defensa de las causas verdaderamente justas, así como aquella mujer muda que sólo limpiaba un laboratorio aceptó y amó a aquella criatura acuática tal como lo vio por primera vez y se armó de valor para rescatarlo de aquellos que querían hacerle daño. O aquellos niños huérfanos en medio de la nada que, como cazadores, se unen para derribar a la bestia que los mantenía cautivos. O aquella niña lectora que le hizo frente a la muerte con tal de proteger a su hermano recién nacido.

El encumbramiento de los desvalidos es otro de los tópicos importantes en las narrativas de Guillermo del Toro y esta película no es la excepción, regresando a las infancias que nos enseñan que romper las reglas quizás no esté tan mal y que los verdaderos villanos terminan siendo de carne y hueso. Un clásico Del Toro, lo cual me lleva a la siguiente pregunta:

 

¿Formulista?

 

Seguramente son notorias las constantes menciones a películas pasadas del realizador mexicano, ya que si algo caracteriza al rey de los monstruos modernos es su destreza para crear ‘‘frankensteins’’ (valga la connotación errónea con la que estamos acostumbrados a usar la referencia) de sus propias películas, es decir, tomar piezas y referencias de sus obras pasadas para construir, por medio de su tan mencionada alquimia, nuevas historias. Sin embargo, ha sido este pequeño niño de madera el que finalmente me ha llevado a pensar: ¿Cuándo deja de ser un pensamiento recurrente para convertirse en una repetición de sí mismo?

 

Desde un punto de vista personal, y debido a los años de estudio minucioso dedicados de mi parte a la filmografía de Guillermo del Toro, aquí hubo momentos en los que pude predecir perfectamente hacia donde iría la historia y exactamente el tipo de resolución que el llamado ‘‘gordo’’ daría a ciertas situaciones porque ya lo había visto, si no en ‘‘The Shape of Water’’, sí en ‘‘El Espinazo del Diablo’’, o en ‘‘Cronos’’, o en alguna otra película… varias veces.

En ‘‘Pinocho’’ se puede sentir con fuerza una especie de renacimiento de ‘‘El Espinazo del Diablo’’ -mi película favorita de Guillermo- mientras ‘‘The Shape of Water’’ suena de fondo, literalmente, al contar de nueva cuenta con la música del gran Alexandre Desplat, a quien también acabamos de escuchar hace apenas unos meses en ‘‘Nightmare Alley’’. Asimismo, vemos planos idénticos que nos recuerdan al ventanal del departamento de Elisa y al orfanato que es bombardeado exactamente de la misma manera que en ‘‘El espinazo…’’. Si bien son guiños entrañables, y lo digo desde una particularidad muy especial ya que considero a esta última una de las películas más injustamente olvidadas de Del Toro, para aquellos que somos cercanos a la obra del tapatío puede resultar cansino verlo una… vez… más.

 

Con la reciente ‘‘Nightmare Alley’’, otra adaptación de un clásico y cuya ambientación circense también se hace presente en la caravana perteneciente a este cuento italiano, Del Toro había expuesto esa otra faceta suya, más oscura y más adulta, en la que explotaba elementos violentos sin dejar de lado la autorreferencia con un tratamiento, aunque sí evidente, un tanto más sutil y refrescado. Con esta nueva adaptación podría parecer que Guillermo, a pesar de que cumple el objetivo de conmover genuinamente de inicio a fin y con creces, narrativamente ya busca el camino seguro cuya eficacia tiene más que comprobada.

 

Sin embargo, habiendo mencionado ese detalle, pesa muchísimo más la proeza lograda al ser su primer trabajo en stop-motion, el cual presenta una elegantísima animación y un trabajo visual tan pulcro que fácilmente se pueden obviar esos dejos de buscar irse a la segura, y no demerita en lo absoluto el hecho de que ‘‘Pinocho’’ ya este entre las obras mayores del jalisciense por lo bien hecha que está y que gracias al tremendo talento del que es poseedor, a pesar de su repetición, en esta ocasión no hace de la vida una tortura y sabe ahondar todavía más profundo en el tema de la muerte al enfocarse en el momento de la pérdida con sus procesos de duelo y tomarla con aceptación para dar paso a la liberación personal.

Con un elenco maravilloso en el que Ewan McGregor brilla como ese sabio y divertido grillo escritor, complementado por Gregory Mann como Pinocho, David Bradley como Geppetto, el infaltable Ron Perlman, Tim Blake Nelson, Finn Wolfhard, Christoph Waltz y las grandísimas Cate Blanchett y Tilda Swinton, Guillermo no tiene miedo de profundizar en la violencia inherente a la historia que ha sido edulcorada en otras versiones, mientras se da la libertad de explorar eficazmente por varios géneros como la aventura o el musical para darle un respiro al espectador

 

‘‘Pinocho’’ fue proyectada en el XX Festival Internacional de Cine de Morelia como la función de gala de la edición con la presencia del equipo creativo y un mensaje virtual por parte de Guillermo del Toro, en el que externó su defensa al mundo de la animación como un arte y un medio que permite hablar de cosas profundas, dolorosas y hermosas. Es decir, no es el fondo el que ha cambiado, pero si la forma de presentar sus pensamientos recurrentes.

 

La película tiene el corazón que Pinocho por sí mismo no puede tener y este palpita muy fuerte. En noviembre podrá ser vista en cines selectos y a Netflix llegará el próximo 9 de diciembre.

 

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