El director sueco Ruben Östlund, ganó su segunda Palma de Oro en el Festival de Cannes con una sátira social tan divertida como incómoda: Triangle of Sadness (2002). Una película que, tras su careta de comedia ácida, provoca una reflexión sobre los temas que más interesan al director: la indiferencia de la burguesía y la falsedad de la sociedad moderna. Si en Force Majeure (2014) apuntaba sus armas a la familia como núcleo de una sociedad hipócrita y en The square (2017) era el mundo del arte, con su petulancia y voracidad infames, en su filme más reciente Östlund centra la mirada al mundo de la moda, la gastronomía, los influencers de la era Instagram y la intrínseca vida de la clase privilegiada.
Carl y Yaya son una pareja de modelos que, tras una discusión absurda ocasionada por la cuenta de un elegante bufé, se embarcan en un yate de superlujo donde la tripulación está capacitada para satisfacer los caprichos más inusitados de los millonarios pasajeros. La falta de un capitán al mando y la aparición repentina de una agresiva tormenta, provoca que el plácido viaje se convierta en una escatológica pesadilla para todos los implicados, situación que empeora con la llegada de un atentado guerrillero al yate y el inminente anclaje en lo que parece una isla desierta. Los instintos más primitivos de la naturaleza humana surgirán ante la desesperación, el hambre y la supresión de facto de las clases sociales.
Atinadamente dividida en 3 sencillos actos (Carl y Yaya, El yate y La isla), en Triangle of Sadness hay una incomodidad presente desde el arranque del filme; la falsedad de sus personajes es divertida y molesta al mismo tiempo, pero Ruben Östlund, como el provocador que es, lleva la palabra “incomodidad” a la plasticidad absoluta de las imágenes. Por medio de planos holandeses y una cámara que ondula al ritmo de las olas, se consigue que el espectador termine igual de aturdido que los personajes a bordo del yate, en esa secuencia de una opulente cena con el capitán de la embarcación, que termina salpicada de los vómitos y el asco burgués. De antología es ese momento donde una pasajera pide champagne en lugar de agua para calmar el mareo, solo para expulsar con mayor fuerza y repulsión la burbujeante bebida alcohólica.
Triangle of Sadness expone desde luego un trasfondo incisivo sobre las clases sociales que funciona en tres niveles: si la clase alta está representada por obviedad en los millonarios pasajeros, la clase media aparece en el incompetente capitán y el crew del yate que tiene como máximo objetivo satisfacer todas las ocurrencias de los pasajeros para obtener grandes propinas; la clase menos privilegiada, se simboliza en el personal de limpieza, quienes son los responsables de sostener el desastre que los otros dos grupos provocan. El opulente yate, resulta una alegoría de la sociedad moderna, con el egoísmo y la corrupción que la carcomen desde varios frentes (inundándola de porquería, literalmente), destinada al peor de los desenlaces.
Cuando los sobrevivientes del naufragio llegan a una isla, los papeles sociales se invierten y ya no hay tiempo para Instagram o millonarias cuentas bancarias. Lo que queda es negociar para sobrevivir, a cualquier costo. En las películas de Östlund, la hipocresía de la sociedad está tan arraigada en su raíz, que parece imposible erradicarla, por lo que regularmente los personajes marcan su destino en la falsedad. Es por ello que está presente una evolución relevante en el cine de Ruben Östlund: Force Majeure, por medio de una avalancha, mostraba de forma contemplativa los estragos del pesimismo moral, mientras The square exploraba la pretensión y ambigüedad del arte como reflejo de los valores que rigen la época actual. Triangle of Sadness resulta entonces un paso adelante en la creación de sátiras que mientras divierten, cuestionan y provocan reflexión sobre los temas que el director elige; Östlund parece “colocar” un espejo ante el espectador en cada fotograma.
Consentido del Festival de Cannes, Ruben Östlund comenzó filmando cortos de forma autodidacta que más adelante le abrirían las puertas a la escuela de cine de Gotemburgo, donde se graduó en el año 2001. Triangle of Sadness es su debut con una película en idioma inglés, y cuenta con las actuaciones de Harris Dickinson, Vicki Berlin, Henrik Dorsin, Sunnyi Melles, Iris Berben, Arvin Kananian y la inesperada (pero atinadísima) aparición de Woody Harrelson como el capitán del yate. Caso triste y aparte es el de la actriz sudafricana que personificaba a Yaya, Charlbi Dean, quien murió en Nueva York de forma repentina en agosto a la edad de 32 años.
La fotografía corre a cargo del sueco Fredrik Wenzel, colaborador habitual de Ruben Östlund. En Triangle of Sadness, el cinefotógrafo se da vuelo filmando a sus personajes de forma elegante y alejada al principio, para ir acercándose paulatinamente a ellos mientras se degradan física y moralmente. Un filme que entra profundo e hilarante al mundo de la riqueza desmedida en 149 minutos; resulta también, una comedia perturbadoramente certera en la época actual, con el embuste de Instagram y el espíritu burgués puritano como banderas dolientes de un planeta cada vez más dividido.
También te puede interesar
-
Documental: ‘Cuando las aves se escuchaban diferente’ (2024) del director José M. Delgadillo
-
Réquiem por un sueño (2000): La degradación de la naturaleza humana.
-
Cine y pintura. El arte de la representación visual.
-
Gone Girl, Pearl, X; ¿Qué hay detrás de la “ira femenina”?
-
‘Rudderless’ (2014) de William H. Macy: Música y desolación.