‘‘María Félix: La Doña’’ en Vix: aciertos e infortunios de la bioserie.

Voy a tener el atrevimiento de iniciar un texto sobre la estrella más grande que haya dado el cine mexicano hablando de mí misma: siendo hija de una sonorense, mis raíces duras como el palo fierro y mi corazón seco como el desierto siempre han retumbado un poquito diferente con el nombre de María Félix, quizás porque en ella veo esos rasgos de mujer fuerte, con los pantalones bien puestos, con los que crecí y fui educada. A los que les tengo tanto cariño.

 

Habrán pasado ya unos seis o siete años desde que escuché por primera vez que la serie biográfica sobre ‘‘La Doña’’ estaba en el tintero. Desde ese entonces ya se sabía que la producción estaría a cargo de Carmen Armendáriz, hija de otra gran estrella de la Época de Oro del cine mexicano, Pedro Armendáriz, y quien pareciera ser la indicada para realizarla al haber convivido personalmente con María. De igual forma, ya sonaba un nombre ante la pregunta de quién podría tener el temple para portar las joyas y el sombrero sin doblegarse: Sandra Echeverría. Dicho todo lo anterior, por supuesto que esperaba con ansias el ver una serie biográfica sobre una figura tan mítica y cercana a mi estima como lo sigue siendo María Félix, con la apertura suficiente para dar el beneficio de la duda y dejarme sorprender, contrario a muchos otros admiradores que plantaron el «NO» rotundo desde el inicio y anuncio de la presunta protagonista.

Fue en el 2022, ante el lanzamiento de la plataforma Vix de TelevisaUnivisión, que por fin se le dio luz verde a la serie que llevaría por título ‘‘María Félix: La Doña’’, y se diera a conocer que a Echeverría se estarían uniendo dos actrices más que interpretarían a la Félix en distintas etapas de su vida: Ximena Romo y Abril Vergara. La producción de Armendáriz, en conjunto con la dirección de Mafer Suárez, comenzó a trabajar a marchas forzadas para lograr 8 episodios en menos de 6 meses, lo cual nos lleva a conocer al mayor enemigo de esta serie: el tiempo.

 

88 años en 8 episodios.

 

Apegada a la autobiografía ‘‘Todas mis guerras’’, relatada por la misma María de la mano de Enrique Krauze en 1993, así como con referencias a ‘‘Solamente una vez’’ de F.G. Haghenbeck y más destellos biográficos de otras figuras de la época, es de reconocer la labor titánica de los guionistas Larissa Andrade, Alejandro Gerber, Tania Tinajero y Gabriela Rodríguez para condensar 88 años de una muy sustanciosa vida en tan sólo 8 episodios. Ojalá no hubieran tenido esa encomienda, ya que por momentos la serie llega a parecer más una ráfaga de anécdotas y viñetas hilvanadas en un terrible trabajo de edición y montaje que, a su vez, está adornado por pésimas transiciones que solo demeritan la calidad en lo visonarrativo y la mantienen en tono de telenovela la mayor parte del tiempo.

 

Esta miniserie, incluso, podría dividirse en dos partes: del episodio 1 al 4, en los que resalta un buen diseño de arte y cuidado en la producción luciendo el vestuario y la ambientación, mientras que del episodio 5 al 8 es evidente el decremento de recursos y la premura por sacar un trabajo a tiempo que se estaba comiendo a una producción preocupada por resolver, resolver, resolver.

Ante el poco tiempo disponible para representar la historia de María de los Ángeles Félix Güereña, la serie tuvo que contarse a partir de dos temas: sus amores y sus pérdidas, dejando su carrera, trabajo e impacto tanto artístico como cultural en un segundo o hasta tercer plano. Ni hablar de la omisión de momentos importantes en su vida como las emblemáticas entrevistas realizadas por Verónica Castro y Ricardo Rocha. Sin embargo, no todo es condenable respecto a la narrativa de ‘‘María Félix: La Doña’’, ya que si algo me pareció plausible en esta serie es que no se buscara santificar a María Félix; sí se encumbra su bravura y poderío como mujer en un mundo de hombres, pero también se cuestiona su ética como profesional, como mujer, y también lo que muchos ponen en duda hasta el día de hoy: su talento como actriz. De hecho, me atrevería a decir que la serie inclusive se arriesga a poner en tela de juicio su maternidad y relación con el nardo más triste de su jardín: Enrique Álvarez Félix.

 

Si esta era la carta fuerte para el lanzamiento de la plataforma supuestamente más importante de habla hispana, ¿por qué no apostar todas sus fichas en ella?, ¿por qué no soltarle un presupuesto digno para realizar más temporadas?, ¿por qué no quisieron estar a la altura del nombre más grande del cine mexicano? María decía que ella representaba un prestigio para los mexicanos a nivel mundial, ¿por qué no tomarle la palabra y aprovecharla?

 

Las Tres Marías.

 

Creo que lo que más llama la atención de este tipo de producciones, sobre todo tratándose de un icono tan vigente hasta el día de hoy, es quién será la elegida para interpretar a la figura en cuestión. Como se ha comentado, en esta ocasión fueron tres actrices las encargadas de interpretar a María Bonita en sus diferentes etapas de vida:

 

Abril Vergara: la joven actriz peruana fue la encargada de interpretar a esa María que descubre que el perfume del incesto no lo tiene ningún otro amor. La María adolescente que prefería vestir pantalones y montar a caballo que bordar y jugar a las muñecas, quizás le dio a Abril el pase libre para construirla más a modo que las otras dos actrices teniendo la ventaja de interpretar a una María que nosotros tampoco conocimos. Abril adoptó los rasgos recios y envalentonados del norte dignos de una princesa rebelde que suspira por el amor de su hermano, logrando un trabajo convincente que a ratos se ve mermado por ese verdugo llamado montaje y por ciertas fallas de audio y musicalización que también están presentes a lo largo de toda la serie.

Ximena Romo: la joya de esta corona. Además de un arduo trabajo de tan solo unos meses en los que aprender a superar las caídas del caballo fueron parte de su preparación, la virtud más grande de Ximena fue el haber entendido a María no desde su estampa, sino desde las raíces que ella misma comparte con la Félix: el espíritu sonorense. Ximena construyó desde ese carácter norteño a esa ‘‘María de los Ángeles’’ que evoluciona a través de ‘‘María’’ hasta convertirse en ‘‘La Doña’’. Por medio de planos en los que la actriz verdaderamente resplandece en pantalla gracias a su belleza y esos ademanes llenos de gracia heredados por la Félix, Romo interpreta y no caricaturiza ni parodia, algo tremendamente difícil con una figura como esta, proyectando con una mano en la cintura la fragilidad y vulnerabilidad de María sin perder la dureza en su rostro como aquel bellísimo primer plano al final de la famosa serenata en ‘‘Enamorada’’(1946). Con todo y el carácter, el porte, la voz, el cabello, el andar, la postura y la emblemática mirada, lamentablemente a Ximena se le privó de culminar un personaje que pudo haber sido el más importante de su carrera y al espectador de terminar con una María convincente que, al fin y al cabo, es la protagonista. Las cosas como son: ella tenía todo para cargar con la serie completa y así debió ser.

Sandra Echeverría: se convirtió en el ejemplo perfecto del por qué no hay que apalabrar protagónicos con tanta anticipación y es que hay que recalcar los más de cinco años que Echeverría tuvo para la preparación de este personaje y que se notaron muy poco. Sandra no sólo tenía ya el enorme peso de tener que interpretar a la María Félix más mediática, fresca en la memoria popular y por un periodo de más de cincuenta años, sino que ahora también tenía que estar a la altura del gran trabajo de su antecesora y, aunque Echeverría sí refleja ciertos vistazos de aquella María de ‘‘Juana Gallo’’ (1961) o ‘‘La Cucaracha’’(1959), su incorporación termina pareciendo hasta innecesaria. Caso opuesto al trabajo de Romo, la preocupación principal de Sandra notablemente estaba en la estampa de María, en el levantar la ceja y el meñique, y aunque por momentos sí daba los manierismos y el tono de voz característicos de la llamada ‘‘Puma’’, dichos momentos fueron contados a lo largo de su participación. Aunado a lo irregular de su interpretación, su aparición coincidió con la debacle de la serie en cuestión de ambientación y guion, por lo que ella queda como el símbolo del decremento de la misma. Lamentablemente quedó demostrado que, si no entiendes a María Félix, echarle ganas y lucir bellísima a cuadro no es suficiente.

Si se habla de lo actoral, es imposible no destacar el extraordinario trabajo realizado por Iker Madrid como Ernesto Alonso. Desde el manejo de la voz hasta la caracterización final, Iker interpretó de forma precisa a ese gran mejor amigo, al amor más genuino que tuvo María en toda su vida gracias a esa fraternidad hermosa y leal -seguramente más profunda y oscura de lo que nunca nadie sabrá- que no todos llegaremos a experimentar. El actor forjó una conexión entrañable tanto con Romo como con Echeverría, convirtiéndose en el sidekick perfecto de la antiheroína de esta historia.

Asimismo, destacaría las interpretaciones de Rodrigo Magaña como Agustín Lara, Mauricio Salas siendo un carismático Jorge Negrete, Emiliano González como Pablo Félix, Axel Ricco como el grandísimo Gabriel Figueroa, Raúl Adalid interpretando a Miguel Zacarías y particularmente Helena Rojo y Epy Vélez como la Sra. Carolina Russek y Vivi respectivamente, casera y amiga de María antes de convertirse en estrella de cine y con quienes se observa el lado más humano de la gran diva mientras cocinan una sencilla cena para sus padres.

 

¿Está a la altura?

 

De haber tenido el tiempo para desarrollarse merecidamente y un presupuesto digno de la fastuosidad que acompaña hasta el día de hoy a María Félix, quizás esta serie hubiera tenido mayor fortuna. El episodio 3 titulado ‘‘La diosa que no se arrodilló’’, el mejor de la serie, es un claro ejemplo de que cuando no se busca contar demasiadas historias en 45 minutos -en este caso solamente la filmación de ‘‘El Peñón de las Ánimas’’ (1943) y la pelea por la custodia de Quique- hay tiempo para desarrollar y editar bien un producto.

A través de ‘‘La Doña’’ se puede contar la Historia de México porque María Félix es Historia de México. Su figura no está para escatimar ni en gastos ni en tiempos. Su nombre no merece un trato apresurado que ni siquiera muestre vistazos de esas hordas de personas que se reunieron el 8 de abril del 2002 alrededor del Palacio de Bellas Artes para cantarle ‘‘María Bonita’’ entre lágrimas y flores.

 

Por otra parte, su tartamudez, sus infidelidades, sus dolores, sus duelos, sus depresiones, quizás son dimensiones que mucha gente desconoce al verse opacados por sus joyas, sus romances, su ceja, sus puros y sus frases. Esta serie puede servir tan sólo como una introducción para descubrir o redescubrir esos aspectos de María, así como sus artilugios para conquistar tanto hombres como películas, su valentía para anteponerse a las circunstancias que formaron a esa mujer altiva que sigue causando escozor en muchos -porque pocas amenazas más grandes que una mujer segura de sí misma-, sus conexiones con el poder y la política, entre otras cosas. Por la honra con la que Romo y Madrid abordaron sus personajes, ver ‘‘María Félix: La Doña’’ en Vix no está de más para alimentar el criterio propio.

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