‘‘¿De qué le sirve a un hombre dominar al mundo entero si se pierde a sí mismo?’’
La directora y guionista Alejandra Márquez Abella regresa después de la multireconocida ‘‘Las Niñas Bien’’ (2019) y su paso por ‘‘Narcos: México’’ (2021), ahora con un western mexicano ubicado específicamente en un rancho de Tamaulipas donde un grupo de viejones se miden el tamaño del rifle y compiten en puntería como un aspecto literal que pondría orgulloso a Sigmund Freud, mientras las huercas, unas más subyugadas que otras, preparan el banquete para la carne asada en una película que habla de la defensa de una tierra que, por sí misma, es de todos y al mismo tiempo no es de nadie. Eso fue lo que recalcó la directora Alejandra Márquez Abella en el XX Festival Internacional de Cine de Morelia en el que la película forma parte de la Competencia Oficial.
Reynaldo (Gerardo Trejoluna) es un cazador al que llaman ‘‘Don Rey’’ no por nada, ya que es el rey de sus alrededores con una leal mano derecha en forma de una huerquilla llamada Rosa (Paloma Petra), una reina [de belleza] como esposa en Sofía (Dolores Heredia), sus princesas: la rebelde Lily interpretada por Mayra Hermosillo y la madre de familia llamada Laura (Mariana Villegas), su muy valiente príncipe de nombre Elías (Francisco Barreiro), y un bufón de nombre Raúl perfectamente personificado por Fernando Bonilla. Este Rey tiene que defender su reino en forma de rancho, cuyo escudo es un naranjo, de aquellos malechores adaptados a la terrible y muy certera actualidad mexicana en forma de sicarios en el árido norte del país.
Con un elenco sostenido por el carisma de sus actores jóvenes y la pericia que brinda la experiencia de Gerardo Trejoluna en una suerte de antihéroe norteño, y Dolores Heredia en una eterna reina de belleza, es Paloma Petra quien en un curioso reflejo de lo que es su personaje en la historia, se alza como la gran reina de esta película. Una columna vertebral narrativa pero silenciosa de ojos bellos que resulta ser las balas del rifle del Rey.
Sin contar de más, la película inicia y termina con dos secuencias en las que, por medio de un efecto visual que llega a asemejarse a un espejo roto que muestra dos reflejos en un mismo plano, Rosa y Don Rey apuntan y disparan contra diferentes objetivos siendo un reflejo el uno del otro y basando en ello el cariño y lealtad que, en palabras de la directora, no busca etiquetarse en una relación ni romántica y paternal.
Notablemente, Abella nos muestra a un Rey vulnerable que es capaz de reconocer el amor por su hijo a través de una voz llorosa ante la adversidad mientras que a Rosa, durante la misma, le faja más que nunca los pantalones y pone en sus manos la poderosa Winchester para que la pula con su fina puntería al defender lo que, al menos ellos creen, es suyo.
Si algo caracteriza la manufactura de la directora Márquez Abella dentro de su filmografía, con la que ella misma bromea al llamarla el juguetero de ‘‘Toy Story’’, además del particular estilismo que añade a su cada vez más formado nombre como autora, es su constante cuestionamiento sobre los entornos determinados en los que ambienta sus películas y sus dinámicas socioculturales, sea la alta sociedad de la Ciudad de México en los años 80s o un rancho terroso en Tamaulipas durante la Semana Santa (casualmente, o no, el título de su ópera prima), y jugar con las reacciones de los personajes cuando sus comodidades y cotidianeidades se ven trastocadas. Pareciera que Márquez Abella disfruta, goza, al ver a sus personajes sufrir por mantenerse en pie cuando sus mundos se desmoronan, y ese goce es increíblemente contagioso para el espectador.
En el caso de Don Rey, dicho está, es un rey que al igual que aquella ‘‘niña bien’’, aquella reina del club que eliminó la palabra ‘‘provechito’’ del léxico de los cinéfilos mexicanos, trastabilla cuando le mueven el ladrillo en el que vive trepado.
Sin embargo, su estilo siempre está coqueteando con el cine contemplativo, con planos tan bellos como largos y momentos que en ocasiones parecieran querer exceder su propia metáfora, por lo que este trabajo es también una constante lucha entre la contemplación y el dinamismo que, para los espectadores que gusten más de fórmulas que se basen en este último, podría tornar esta película en algo muy denso o incluso tedioso; sin embargo, desde el paladar propio me atrevo a decir que el cine de la directora potosina añeja muy bien. Particularmente, el ensamble de actores, la curaduría musical y el impecable trabajo de fotografía de Claudia Becerril Bulos, hacen de ‘‘El Norte Sobre el Vacío’’ un trabajo que embona perfecto en la filmografía de la potosina, la cual es más que digna de darle al menos la oportunidad.
La película tuvo su estreno nacional en el XX Festival Internacional de Cine de Morelia y podrá verse a partir del próximo 29 de octubre por Amazon Prime.
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