Las dos actrices jóvenes más importantes del momento, Anya Taylor‑Joy y Thomasin McKenzie, unen fuerzas con el melómano-guionista-cinéfilo-director inglés Edgar Wright, para crear un universo cargado de desconcierto y horror psicológico en “Last night in Soho” (2021), un relevante ejercicio narrativo que probablemente sea el mejor trabajo a la fecha del también amigo de Tarantino.
La belleza clásica de Taylor-Joy, quien llena cada plano con su presencia, contrasta, pero se complementa, con la ternura distraída de McKenzie. En dos épocas distintas, ambas deambularán en intrínsecos caminos que las llevarán, primero a emocionarse con la esperanza de una nueva vida, para después irse degradando poco a poco física y mentalmente.
Una joven de la provincia inglesa llegará a la turbulencia de Londres para estudiar lo que le apasiona: diseño de modas. Su ilusión se verá trastocada al encontrar una ciudad atosigante en su entorno, por lo que buscará un escape por medio de sus sueños. Un misterioso portal se abre para trasladarla a la capital inglesa en los años 60, donde conocerá a su alter ego, una bella aspirante a cantante. Lo que sigue involucra misterio, prostitución y problemas mentales, todo aderezado con un soundtrack maravilloso, regalo del conocido gusto musical del director Wright.
Mucho más cercana a “Repulsión” (1965) de Roman Polanski que al Giallo Italiano de Bava y Argento, se trata de la primera película del cineasta protagonizada por mujeres, quien ya había sido reconocido por la truculencia visual de “Baby driver” (2017) y “Scott Pilgrim Y Los Ex De La Chica De Sus Sueños” (2010). Sin embargo, en “Last night in Soho” se nota un trabajo mucho más elaborado en el guion, que está hecho a la medida para las actrices principales y la aparición de las leyendas inglesas Terrence Stamp y Diana Rigg, quien por cierto falleció en septiembre de 2020, siendo esta su última interpretación.
La fotografía del surcoreano Chung-hoon Chung (colaborador habitual del cine de Park Chan-Wook), es un agasajo visual. Su paleta de color se va intensificando y difuminando en la misma medida que las protagonistas van del éxtasis a la desesperanza. El color y la luz adquiere bellos significados en secuencias tremendamente siniestras, aquellas en donde los pesadillescos tormentos vapulean a Eloise y Sandie. En el montaje, Paul Machliss, quien trabaja con Edgar Wright desde el 2010, ofrece una edición que se toma su tiempo para dar una sensación melancólica, pausada entre los planos que van trasmitiendo un desmoronamiento mental.
La mezcla de géneros, tan común hoy en día, se entrelaza con la cinefilia del cineasta, quien plaga de referencias y nostalgia las secuencias de este thriller psicológico-detectivesco-coming of age que se vuelve una vitrina para el lucimiento de Anya Taylor‑Joy; la actriz se roba cada plano y secuencia en donde aparece, presumiendo la belleza clásica de las estrellas del Hollywood de antaño.
Estamos ante una poco común cinta de fantasmas, ambientada en un Londres que no es lo que promete y que expone los peligros mentales de una nostalgia mal manejada, además de los impactos que producen las grandes urbes en las ilusiones inocentes de la gente que llega y espera triunfar ahí. “Last night in Soho” funciona además porque dentro de sus fotogramas esconde una crítica a la mirada masculina en el horror clásico. Sus protagonistas son mujeres fuertes que se sobrepondrán a las adversidades físicas y mentales, en esta, y en demás dimensiones dónde habiten espectros.
“Last night in Soho” está disponible en la plataforma HBOmax.
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