Y es que es así como se le llama a Amleth, el protagonista de ‘‘The Northman’’, el tercer largometraje del joven y aplaudido director Robert Eggers, y que pareciera retratar los deseos más intrínsecos del cineasta con cada una de sus realizaciones. Una épica en la que nos sumerge en lo profundo de esa superficie mostrada en ‘‘The Lighthouse’’ (2019) referente a lo más primitivo del instinto del hombre. Nos adentra a la venganza desde la brutalidad y la violencia vikinga endulzándola con visuales tan desoladores como espectaculares que nos permiten respirar entre la derrama de sangre prometida.
Es a través de la habitual y obsesiva investigación manejada por el director para ambientar de forma precisa sus películas que ahora adapta la leyenda nórdica de ‘‘Amleth’’, fuente de ‘‘Hamlet’’ de William Shakespeare y conocida en la infancia por muchos como ‘‘The Lion King’’ (1994), en la que esta vez el protagonista (Alexander Skarsgård) tiene como propósito casi único de vida el vengar la muerte de su padre, el Rey Horvendill (Ethan Hawke), salvar a su madre (Nicole Kidman), y matar a Fjölnir (Claes Bang), su tío y asesino de su padre. El reparto está complementado por el infalible Willem Dafoe, la potente Anya Taylor Joy y el regreso al cine de Björk, formando un ensamble impecable de actores que, si bien tienen un tiempo corto en pantalla, no deja de ser acertadamente sustancioso.
La esencia de Eggers se mantiene por medio de destellos de sus temas recurrentes los cuales coquetean con la locura, planos que reverberan en momentos emblemáticos de sus obras previas respaldadas nuevamente por el ojo de Jarin Blaschke, música enervante que pareciera ser un eco de aquel bosque embrujado del 2015, y los escenarios desoladores que una vez más nos llevan a los mundos aislados en los que los personajes viven, como si fueran los únicos en el mundo; sin embargo, es notable el incremento en presupuesto, y por ende en producción, que diferencian a esta película de la aparente sencillez de sus antecesoras, convirtiéndola así en su producto ‘‘mainstream’’ hasta el momento. ¿Es todo esto malo? No tendría por qué serlo, pero sí es una película manufacturada para el paladar de un público más amplio y así meterse en una lucha brutal contra su fuerte competencia en taquilla, lo cual puede desembocar en la decepción de aquellos admiradores del Eggers más íntimo que ahora se vería obligado a redituar monetariamente.
Si se pudiera encontrar un hilo conductor en la filmografía del director, tal como las decenas de compilados de fotogramas comparativos hechos por internautas sobre sus películas previas lo demuestran, sería el de sus actores protagonistas completamente despojados de sí mismos y desbordados dentro de sus personajes. Alexander Skarsgård continúa en la estela dejada por Anya Taylor Joy en ‘‘The VVitch’’ (2015) y, sobre todo, por Robert Pattinson en ‘‘The Lighthouse’’, con un trabajo físico impresionante para convertirse en la bestia animal carcomida por el obsesivo deseo, de venganza en este caso, que termina convirtiéndose en su perdición absoluta. Skarsgård se devora la película completa.
Y es con ese final álgido capaz de dejar en éxtasis hasta al más indiferente de los espectadores, y con un montaje vertiginoso de imágenes entre lo alucinante y lo onírico en el que la mayoría del tiempo se está apelando a lo instintivo, tanto de los personajes como del espectador, sin dejar de lado la experimentación con la cámara también característica de Robert Eggers, que este salto del escritor y guionista a las grandes producciones no tiene desperdicio alguno, ya que estimula tanto nuestro más fantástico pensamiento, como el más reprimido de nuestro salvajismo.
Véala en una pantalla grande bajo el título de »El Hombre del Norte», que ya está en cines.