La Séptima Pantalla

‘Ok, está bien…'(2020): Tlatelolco y Manhattan, paralelismo inesperado.

Después de que Woody Allen decidió filmar en Londres, Roma y París hace algunos años, dejando por un rato su amado NYC, recuerdo que imaginé un film dirigido por él en la Ciudad de México.

Pensé que seguramente filmaría en el siempre bello Centro Histórico, en Bellas Artes, La Alameda y dentro del museo Franz Mayer, quizá. Tendría locaciones en Coyoacán, La Condesa y el gran final lo guardaría para el Paseo de la Reforma, mientras sus dos protagonistas caminaban de noche tomados de la mano, iluminados apenas por la tenue luz de los faroles, hasta el fundido a negros. Soñar no cuesta nada, lo sé.

La ópera de prima de la directora Gabriela Ivette Sandoval, Ok, está bien… (2020), es lo más cercano a esa idea loca de un Allen en la CDMX; sólo que aquí, la acción se desarrolla en Tlatelolco y el paralelismo creado en esos planos en blanco y negro entre Manhattan y Ciudad de México, alcanzan un nivel referencial inesperado.

Mariano es un hombre de 30 años que vive con su madre en un departamento de esa unidad habitacional. Se graduó hace 6 años como guionista y su vida prácticamente se basa en «prepararse» viendo películas para escribir un guión que nunca escribe. Tiene pánico de enfrentarse a la siempre temida «hoja en blanco», mientras da clases supuestamente de cine a ancianos y despotrica contra el cine mexicano y en general contra todo lo que a él le disgusta.

Su vida cambia cuando al departamento, llega a vivir su primo Ramiro de 15 años. El patetismo de Mariano explotará cuando conozca a la bella novia de su pariente, quien será el detonante de una serie de acontecimientos que recuerdan en mucho al cine de Todd Solondz y sus escandalosas secuencias.

Gabriela Ivette Sandoval es egresada del CUEC y se nota que conoce y sabe su oficio. Expone un lenguaje cinematográfico fino y divertido, con encuadres que resaltan el entorno y la personalidad deslavada de sus personajes. Se hizo rodear de gente talentosa como su director de fotografía, Carlos Arriaga y el guionista Roberto Andrade Cerón, quien es todo un tema aparte porque también es el protagonista del filme.

Mariano es un ser patético. No debe haber duda de eso. Vive ofendiendo y está resentido con la vida. Es un misántropo que desprecia los logros ajenos y aplaude sólo al cine que él considera que vale. Es grosero con su madre, vive tumbado en un sillón viendo películas que ni siquiera acomoda y se da el tiempo para seducir a la novia de su primo, a quien humilla con cada posibilidad viable.

El paralelismo con Manhattan (1979) de Woody Allen no es casualidad. Ambos ejercicios fílmicos hablan de una relación de un hombre mayor con una adolescente. No es un tema nuevo, ni muchos menos fácil de abordar, sin embargo, Ok, está bien… funciona en su intención de divertir y reflexionar acerca de las pocas posibilidades de interacción social de un hombre mediocre y su incapacidad para diferenciar la ficción de la realidad.

Aderezada con un montón de referencias cinematográficas que se agradecen, la cinta bordea la polémica por que no se detiene en los momentos escabrosos, avanza en la dirección propuesta de hacer reír al espectador por medio de lo despreciable que puede ser una persona que se encierra en una burbuja por temor al fracaso. Es un film que provoca, que molesta a quien se deja y que divide opiniones, pero que en su calidad estética y en el análisis social que ejerce, tiene sus mejores armas.

No hablaremos aquí de la faceta como cómico (Tío Rober) del guionista/protagonista, pero sí de su ejercicio acertado como creador de un microcosmos en el que el conformismo y la comedia ácida toman caminos intensos, contrastando con la belleza de los planos y los encuadres presentados por la directora.

La obsesión del guionista con Pink Flamingos (1972) de John Waters, sólo puede entenderse como una insistente presunción de un gusto muy «particular» por las comedias escatológicas y de culto, aquellas que en un tiempo sólo eran accesibles por medio del Tianguis del Chopo; la película de Ivette Sandoval, incluye un cameo de dos personajes importantes para miles de cinéfilos que durante años se han surtido de cine en dicho mercado.

El blanco y negro de la fotografía, junto con la música, remiten al cine de Woody Allen, pero en temática y provocación, Ok, está bien… se acerca mucho más directamente al cine de humor áspero e incómodo de Todd Solondz, director al que por cierto, hay referencia al final del filme: no hay una lección aprendida, no hay un aprendizaje moral. Un ser tan despreciable como Mariano no merece redención, ni mucho menos un final feliz.

Nominada a mejor ópera prima en los premios Ariel, la película está disponible en Youtube.