Es posible pensar, que todas aquellas personas que utilizan drogas o sustancias extrañas en exceso para encontrar otra realidad (o escapar de ésta), son extremadamente débiles.
Nada parece más incoherente que un adicto con una jeringa enterrada en el brazo, tratando así de salir de sus problemas o de su inevitable soledad. Sin embargo, en algunas ocasiones, esos viajeros traen a este entorno situaciones hilarantes y crónicas innegablemente interesantes que se adaptan al formato fílmico.
Ninguna cinta sobre junkies alcanza a tener un final feliz, en cualquier caso, algunos son esperanzadores. Lo que lleva a entender con certeza, que son pocos los elementos “buenos” que tienen las drogas, y uno de ellos, pueden ser los films que ese tema arroja de vez en cuando.
Desde dramas estremecedores hasta comedias de humor negro, el lenguaje del cine se ha ocupado en presentar en no pocas ocasiones los estragos y virtudes que las drogas y sus usuarios desencadenan en todo tipo de atmósferas. Aquí, 5 ejemplos que por lo menos deben visitarse una vez en la vida:
Trainspotting (Danny Boyle, 1996)
Debió ser en febrero de 1997, cuando apareció por todos lados la siguiente leyenda: «La Naranja Mecánica de los 90».
La importancia de tales palabras, con la referencia al film de Stanley Kubrick, presentaba una cinta que, en 94 minutos, con un inolvidable soundtrack, una edición vertiginosa y secuencias oníricas que hoy son objeto de culto, se convirtió en un símbolo para toda una generación.
Trainspotting narra las andanzas de una serie de extraños sujetos y su interacción con la heroína, todo un paseo: de la comedia al drama, de la risa al asco…
Christiane F. (Uli Edel, 1981)
Lo más deprimente de una película como Christiane F. no son las tremendas secuencias de una adolescente de 13 años sujeta a todo tipo de peripecias debido a su adicción, sino la fragilidad y facilidad con la que entra en ese submundo, de una atmósfera sórdida, verdaderamente sucia, con prostitución, miedo y la música de David Bowie.
Después de la secuencia en donde la protagonista y su novio tratan de dejar su adicción entre sudor, gritos, sangre y vómito, nada vuelve a ser lo mismo. No apta para todo público.
Candy (Neil Armfield, 2006)
«Es un mundo muy abrumador para un junkie…», menciona en un momento determinado el personaje de Heath Ledger, en una de sus últimas y mejores actuaciones. Una jovencita y super contenida Abbie Cornish complementa el cuadro; actuaciones fuera de serie.
Poética de principio a fin, con una sutileza pocas veces vista, la cinta nos demuestra que para un drogadicto no importa que tan profundo se esté, siempre se puede estar un poco más, tratando constantemente de «comenzar de nuevo» con las mejores intenciones.
Atípicamente, Candy presenta un final mucho más esperanzador que gran cantidad de películas con la misma temática. Un cuento moderno que deja muy en claro que un mal amor y una adicción, son una pésima combinación.
Réquiem por un sueño (Darren Aronofsky, 2000)
Para cuando la pantalla se funde a negros hacía el final de Réquiem por un sueño, uno sabe que acaba de ver una obra maestra. Tienen que pasar días para que la estridente banda sonora de Clint Mansell, las pupilas dilatadas y la decadencia de las historias de los protagonistas salgan de la mente.
Aronofsky ya había demostrado de lo que era capaz con Pi (1988), pero esta cinta es por muchos considerada la mejor película sobre drogas de todos los tiempos, por la crudeza, sin límites.
Aquí para el final no hay concesiones ni redención, es un boleto de no retorno. Tres historias se entrelazan con diferentes puntos de vista sobre las adicciones. Una de esas experiencias cinematográficas que el espectador quiere que acabe, y no por mala, sino por abrumadora.
Pasan semanas y uno sigue pensando en sus siniestras imágenes. El peor terror, es en donde el hombre se destruye a sí mismo.
Miedo y asco en las vegas (Terry Gilliam, 1998)
Un auténtico viaje. Un alucine en la mejor compañía: Depp, Del Toro, Gilliam y Hunter S. Thompson. Uno de esos extraños casos en donde la película no sólo traslada, sino que supera a la novela, cobrando vida propia, con un Terry Gilliam dándose gusto en situaciones empapadas de LSD.
No es ni una road-movie ni un drama de junkies, se trata pues de una crónica surrealista del llamado «Nuevo Periodismo». Las Vegas mejores que nunca, una maleta llena de drogas y un montón de diálogos memorables, hacen de esta cinta un verdadero tour de introspección y crítica al llamado «sueño americano». Un super viaje sin la necesidad de meterse nada.
Si esto fuera un Top 10 faltaría mencionar:
The Trip (Roger Corman, 1967): La primera cinta en los 60 en hablar de la droga de moda: el LSD.
Easy Rider (Dennis Hopper, 1969): También con Jack Nicholson, otro viaje, pero esta vez, casi un poema.
Scarface (Brian De Palma, 1983): Pacino en el papel de su vida, cocaína, sangre y mucha actitud; guion de Oliver Stone. De culto instantáneo. Mención aparte merece el videojuego.
Drugstore Cowboy (Gus Van Sant, 1989): Angustiosa y delirante, de lo mejor de Van Sant y ese estilo independiente estadounidense que usaron hasta agotarlo.
Spun (Jonas Åkerlund, 2002): De estilo videoclipero, con un elenco de lujo, toda una aventura junkie. La cinta con más cortes de edición (más de 5000) en la historia de los largometrajes.