Resultan pocas las oportunidades en las que el talento y ciertas circunstancias, se fundan para delinear un film navideño que bien pueda ser insuperable. Primero, un guion divertido y entrañable, producto de la mente maestra de John Hughes, quien ya había dado cátedra de cómo convertir una simple reunión de castigo adolescente, en un profundo estudio sobre la tolerancia y la aceptación social en “The Breakfast Club” (1985), película de culto indiscutible.
Segundo, un joven director en ciernes que venía de escribir dos clásicos de los años 80: “Gremlins” y “Los Goonies”, ambas de 1985. Al estadounidense Chris Columbus le faltaban algunos años para llegar a Harry Potter, pero ya convencía en su capacidad para manejar y mezclar comedias infantiles efectivas, con un manejo sencillo pero preciso del plano, y una taquilla exorbitantemente redituable.
Y se podrían seguir enumerando los elementos que hacen a “Home Alone” (1990) una experiencia irrepetible, tanto de forma visual, como en su producción misma. La música siempre puntual e imborrable del maestro John Williams; la edición precisa de Raja Gosnell, quien venía de editar “Pretty Woman” (1990) y más tarde sería conocido por dirigir “Scooby-Doo” (2002) y “Beverly Hills Chihuahua” (2008); además, del aporte del entonces novel cinefotógrafo Julio Macat, con su manejo de una paleta de color que resalta el rojo y el verde, elevando la sensación navideña que incita nostalgia y esperanza.
El cast, es todo un tema aparte. Los ladrones Harry y Marv, interpretados por el brutal Daniel Stern y un Joe Pesci intimidante, en el mismo año que filma “Goodfellas” de Martin Scorsese; Catherine O’Hara como la incansable madre que busca a toda costa volver a casa; el legendario Roberts Blossom, interpretando al misterioso vecino, el viejo Marley, y por supuesto, Macaulay Culkin como el personaje de culto navideño en el que se quedó atrapado para siempre: Kevin McCallister.
“Home Alone” (“Mi pobre angelito”, con ese pésimo gusto ordinario traduciendo los títulos del inglés al español), fue durante muchos años la comedia y la película navideña más taquillera de todos los tiempos en Estados Unidos; en 2011, el primer récord se lo quitó “The Hangover Part II” y el segundo lo perdería hasta 2018, cuando el film animado “El Grinch”, subió al pináculo del cine decembrino. Estamos hablando de 28 años de reinado del que con los años se volvió un clásico navideño por excelencia, nominado además, a dos premios Oscar y dos Golden Globe como mejor película y actor de comedia.
La premisa parece simple, pero esconde un trasfondo que no salta a primera vista: Kevin, un niño de 8 años, es olvidado en casa después de una serie de conflictos y confusiones con su numerosa familia que vuela a Francia por vacaciones. Paralelamente, dos despistados ladrones buscarán robar la casa del niño, quien implementará un minucioso (y hay que decirlo, violento) plan para evitar a toda costa la intromisión de su hogar. Lo que sigue son una serie de situaciones de comedia física aderezados con el encanto de Culkin y la irreverencia de Pesci; hasta un colofón típico de los films navideños, donde la música sube y todo parece volver a su lugar. O no del todo.
Porque el personaje principal comienza un viaje introspectivo al principio de la película, justo después de reventar contra su ruidosa y abrumadora familia. Kevin se queda solo y comienza a hablar consigo mismo para primero, entender su situación y después, maquinar los pasos que seguirá para defender su morada en plena navidad. Los ladrones fracasarán en sus primeros intentos por abordar la residencia McCallister, gracias a las ocurrencias del niño, mientras su familia se da cuenta en pleno vuelo de su ausencia y emprende una lucha desesperada por regresar del extranjero.
Las secuencias se van hilvanando con gracia y astucia, producto de la ya mencionada maestría de un guion que pausa en los momentos dramáticos y acelera en las vertiginosas escenas donde los personajes de Harry y Marv tienen que soportar los múltiples golpes y cortadas provenientes de herramientas domésticas que Kevin prepara con toda devoción, después de encontrarse en la iglesia con el falso villano, el anciano Marley, un supuesto asesino serial que en realidad añora recuperar también a su familia. Será después de ese encuentro, el punto de quiebre, cuando Kevin tome la confianza que necesitaba para liberarse y defenderse ante la amenaza.
Si un tema inunda la película, es la familia. La añoranza por los seres queridos en una época en la que es fácil reconciliarse con algunos, aunque es igual de simple molestarse con otros. Kevin desea que su familia desaparezca y se le concede, teniendo la casa completamente a su disposición para explorar y jugar. El sueño hecho realidad de cualquier niño de los años 90, pero no de la generación actual, mucho menos inocente. Por ello es que sorprende que “Home Alone” no pierde frescura con los años, llegando sana a una era contemporánea llena de tecnología y entornos cibernéticos, en la que se puede disfrutar igual que hace tres décadas.
Hay un par de secuencias gloriosas: aquella en donde Kevin despierta y recorre desconcertado de forma paulatina su casa. Corte a sus padres, plácidamente sentados en el avión, hablando de las sencillas vacaciones que el señor McCallister tenía de niño. Corte nuevamente a Kevin en pijama analizando la situación y recordando las ofensas de su familia, mientras se da cuenta que desapareció a sus insoportables hermanos y compañía gracias a la magia de la navidad, con un primer plano que resalta su alegría.
Una mas es cuando finalmente los ladrones atrapan a Kevin, justo antes del final. El terror y las amenazas de los villanos duran poco, pero Kevin sabe que la situación puede no acabar bien en su hasta entonces, elaborado plan (ese tremendo y atemorizante Joe Pesci que tenía que esconder su soez lenguaje, presentado en los films de Scorsese). El viejo Marley llega para moler de dos palazos a los maleantes y salvar al niño, completando el camino para que la policía llegue y cumpla con su deber. Kevin y el señor Marley se salvan mutuamente en realidad, porque la navidad tendrá para ellos el reencuentro con sus distanciadas familias.
Para cuando la película termina, Kevin no es el mismo, su percepción de la vida y de su extraña pero amorosa familia, ha cambiado para siempre. La esencia de la película de Chris Columbus es la aleación de 3 elementos: la confianza en uno mismo, el miedo a estar solo y la capacidad de amar a los seres queridos aun con sus incontables defectos. El color rojo de la fotografía que está presente en casi cada plano del film, irradia esa sensación melancólica de una época que es más fácil vivirla y disfrutarla siendo niño.
“Home Alone” encanta a los adultos por su espíritu nostálgico y fascina a los más pequeños por lo hilarante de sus ocurrentes fotogramas. Además, resulta una experiencia diferente en cada visionado decembrino, elemento importantísimo del que podrían aprender muchas películas y guiones producidos en la actualidad. Provocó también, una memorable secuela en Nueva York dos años después y una tercera para el olvido, junto con un par de telefilms horrendos. Incluso en pleno 2021, el supuesto remake de un clásico siempre pondrá a temblar a más de uno. Tocar y actualizar “Home Alone”, se presiente como una tarea imposible e inútil.